sofia castello
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Esta película me recuerda la primera vez que mi esposa me halló viendo cine porno. Me dijo molesta que si no era malo ver una película como esa, entonces la vieramos juntos. Acepté desconcertado mientras mi esposa se recostaba sobre la cama conmigo y manipulaba el reproductor de dvd con el control remoto. Las secuencias de la película transcurrieron en medio de nuestro silencio que se rompió sólo hasta que mi esposa miró desnudo al actor porno y exclamó -¡no está nada mal! ¡no se mira mal!-; primero la escena donde la actriz mama la verga de ese hombre negro, después él se la coge por destrás, y luego ella le vuelve a mamar la verga antes de montarse sobre él. Hacía el final de la película, mi esposa respiraba ligeramente agitada, repitió varias veces las escenas donde hay acercamientos a la verga del actor, y con una voz perceptiblemente temblorosa me dijo que sentía calor en su cabeza y entre sus piernas. Mi esposa comenzó a quitarse la ropa mientras disimuladamente apretaba, con movimientos circulares, su culo contra la cama. Yo también me despojé de mi ropa, mi mano estimulaba su clítoris sin que ella dejara de observar la película hasta que, en un momento determinado, se levantó, se montó sobre mí de frente al televisor y me dijo -¡muéstrame que harías con ese culo y yo te enseño que haría con esa gran verga!- mientras batía febrilmente sus nalgas entre mis piernas. No recordaba yo haber visto antes a mi esposa tan exitada, ella no apartaba su vista de la película. Le pregunté -¿te gusta esa gran verga negra?- y ella respondió en un tono de justificación -¡sí, ni que no fuera mujer!-. Mientras mi esposa seguía montada y moviéndose sobre mí, dijo entre jadeos -¡como me gustaría sentarme sobre ese sillón!- lo cual no comprendí al momento, pues le respondí - ¿quieres que nos cambiemos al sillón?- y como respuesta recibí un tajante ¡no!, pero segundos después todo quedaba claro, mi esposa veía la escena donde el actor está medio recostado sobre el sillón mientras se coge a su compañera de filme que la tiene montada. Entendí y decidí incitar su imaginación. Pregunté a mi esposa -¿te gusta cómo ese negro se está cogiendo a esa actriz? -sí- me respondió ella y agregó -¡ay diosito, qué rico! repetí la pregunta y ella las respuestas -¡sí, sí, sí! ¡ay diosito, qué rico!- insistí yo -no me molesta si me respondes que sí ¿te gustaría estar ahora en el lugar de esa actriz? imagínate que tú estás ahora en el lugar de ella, que es a ti a quien ese negro se está cogiendo-. La respuesta de mi esposa no se hizo esperar... entre gemidos repetía -¡qué rica verga, papito, cómo me gustaría estar sentada en el sillón!- por supuesto, refiriéndose a la verga del actor. No había yo visto antes a mi esposa darme su culo con tanto frenesí.